La guerra aeronaval en el Pacífico tras conquistar Guadalcanal: desde las Salomon, las Marianas y Saipán -la mayor batalla de portaviones de la Historia- hasta Iwo Jima, Okinawa y la rendición final del Japón.
Ante el poderío industrial estadounidense, Japón tenía que reservarse para librar una batalla decisiva, que acabase de una vez por todas con la poderosa Flota de los Estados Unidos en el Pacífico. El almirante de la Flota Combinada reservaba sus aviones con base en tierra y los de sus portaviones para este momento. Era la última oportunidad de los japoneses para invertir el giro de la guerra. Sumados los aviones japoneses embarcados con los que se encontraban en los aeródromos japoneses, podían aportar a la batalla un número mayor de aviones que los estadounidenses.
Por otra parte, la escuadra japonesa la mandaba el mayor estratega de la Armada Imperial, el almirante Jisaburo Ozawa. Las espadas estaban levantadas, había llegado el momento decisivo esperado por el Imperio del Sol Naciente. ¿Conseguirían los japoneses alterar el curso de la guerra? Estaban tan convencidos de ello que el general Tojo, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Imperiales, había anunciado su dimisión si se perdía la batalla.