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Historia de la Iglesia : Veinte siglos caminando en comunidad

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Historia de la Iglesia es un libro que intenta ser algo así como el diario o la crónica de un largo y apasionante viaje que comenzó con Jesús de Nazaret, en Galilea, cuando Él invitó a algunos hombres y mujeres a seguirlo, a ponerse en marcha. Desde entonces ha ido incorporando a numerosos viajeros a lo largo del tiempo y del espacio. Pero es un viaje que comenzó, que sabe cuál es su meta y que hasta ahora no se ha detenido.

Creo que la metáfora del viaje se aplica perfectamente al contenido del que nos ocupamos en el texto, que es la Historia de la Iglesia.

Como en todo viaje, y en especial uno tan extenso y que involucra a tantas personas, lugares y circunstancias, también hay mucho para contar. Muchísimo. Y nunca, por más minucioso que sea, ningún relato puede abarcarlo todo. Tampoco este. Es solo un primer intento de dar a conocer algunas de las vicisitudes y vivencias propias y ajenas: las que personalmente protagonizamos, las que nos contaron, aquellas cuyos testimonios hemos visto, las que nadie nos contó pero se han conservado en la memoria colectiva, las que escuchamos contar que otros contaron…

He intentado atenerme a los criterios científicos de mi disciplina y mantener una visión de conjunto, lo más objetiva e imparcial posible. Pero tampoco he podido prescindir de algo de pasión, porque la historia es, antes que nada, vida, vida de hombres y mujeres como nosotros, y la vida siempre apasiona. Y, como soy creyente, para mi la historia de la Iglesia es, además, el lugar por excelencia para experimentar la vida y la acción de Dios en medio de su pueblo. En la vida humana, en la vida de las personas, de las comunidades, del mundo, Dios se revela, se nos hace cercano, nos habla, nos invita a vivir en Él. Eso me fascina, me entusiasma y me conmueve; y puede hacer que, en algunos momentos, mi propia subjetividad se haya colado al texto.

El lector comprenderá apenas comience a andar por las páginas que en este, como en todo viaje, se han producido cambios, contratiempos y auxilios. En algunas épocas se marchaba a pie, en otras a caballo, en automóvil, en barco o en avión y sabemos que todos esos medios son buenos y útiles, llevan felizmente a destino en el plazo estimado; pero también sabemos que a veces los pies se ampollan, las cabalgaduras se cansan, los automóviles recalientan, el mar se embravece y dificulta la navegación, las tormentas retrasan los vuelos. Todo eso ha sucedido a lo largo de esta travesía de 2000 años que es la historia de la Iglesia. Pero lo importante es que, aunque haya habido que demorar o cambiar el medio de transporte, el viaje continúa.