En el año 1959 la guerra fría estaba en su apogeo; dos superpotencias tenían la capacidad de destruir el mundo gracias a la bomba atómica, las tensiones estaban a flor de piel, en los colegios estadounidenses se explicaba a los niños cómo actuar ante la posible aniquilación del mundo, las familias construían refugios nucleares bajo el jardín trasero de sus casas, las amenazas diplomáticas estaban a la orden del día; en estas circunstancias sucedió un hecho que pudo cambiarlo todo, Nikita Kruschev quería visitar Estados Unidos para conocer el país que amenazaba con destruir, y, sorprendentemente, el presidente Eisenhower aceptó invitarle; a partir de ese momento empezó lo que puede considerarse el capítulo más cómico e ilustrativo de toda la guerra fría. Diplomáticos, políticos, empresarios, policías, militares, actores, cantantes y, sobre todo, una legión de periodistas empezaron a preparar cada uno de los días en los que el líder soviético recorrería parte de los Estados Unidos.
Nadie quedó indiferente a esta aventura extraordinariamente contada por Carlson que comenzó con Kruschev llegando casi a las manos con el entonces vicepresidente Nixon; pasa por un encuentro en Hollywood con Marilyn Monroe, quien resumió el mismo con un "me miró como un hombre mira a una mujer", con Frank Sinatra haciendo de maestro de ceremonias y con Shirley MacLaine bailando el can-can ante la nerviosa mirada del matrimonio Kruschev. Todo el viaje tiene componentes de tensión, situaciones surrealistas y grandes dosis de humor, pero fue también la primera vez que los dirigentes de dos grandes países se muestran tan humanos e imperfectos, tan frágiles y tan cercanos que empezó a cambiar la percepción sobre el poder en la opinión pública. No podemos dejar de referirnos al título, extraído de un titular del New York Daily News cuando Kruschev entró en cólera porque no le dejaron visitar Disneylandia.