El chamanismo está de moda. De unos años para acá vemos cómo las referencias a lo chamánico se multiplican en los estantes de las librerías, en las salas de cine, en los espectáculos artísticos, en las ofertas turísticas. Algo chamánico se identifica en los orígenes del arte y desde el ecologismo se reivindican ciertos valores etéreos de solidaridad social asociados a la práctica de los chamanes. Se habla de chamanismo en tendencias y campos tan diversos como la medicina, el feminismo, la psicología transpersonal, la biología y el vegetarianismo, e incluso a través de él se están promocionando nuevas terapias siquiátricas. De hecho, los internautas pueden dar fe de un buen número de websites sobre esta temática que se conecta con diferentes ofertas y foros de discusión. Nadie se extraña de recibir invitaciones a conferencias, seminarios y talleres sobre chamanismo, y no son pocos los curiosos que hoy en día ya han pasado por el consultorio de algún "chamán". En la actualidad, la gran cantidad de sentidos y significados convocados por el término chamanismo lo han convertido en una suerte de nebulosa inasible que nos interroga permanentemente por la imagen que construimos sobre el ser y los mundos indígenas. Para las ciencias sociales, estas manifestaciones no pasan desapercibidas. Reportadas entre otros lugares en Corea, Japón, Rusia y Europa, y en especial apogeo en el continente americano, la revitalización y apropiación de prácticas y elementos originarios de tradiciones chamánicas parece revelar un fenómeno social de envergadura mundial. Sin duda, la fascinación occidental por la figura del chamán es de larga data. Desde los tiempos de los primeros exploradores de la tundra siberiana —entre otras cosas, cuna del término original tungús šaman, que llega hasta nuestros días—, el papel del brujo, sacerdote, médico, místico en las sociedades denominadas "primitivas" por la ciencia, ha sido un reto cognoscitivo para los occidentales. Precisamente este reto ha hecho que la ciencia —y particularmente la antropología— intente dar cuenta de fenómenos extremadamente complejos y heterogéneos, presentes en sociedades muy diferentes y distantes, por medio de la categoría artificial del chamanismo.