Septiembre de 2017: Michel Le Van Quyen se despierta con una parĂĄlisis facial. Le diagnostican agotamiento y le prescriben reposo absoluto. En un principio le agobia esta inacciĂłn, pero luego se produce la sorpresa: el silencio en el que se ha sumido le sienta bien y le ayuda a superar su trastorno. Entonces decide investigar.
Si ya tenĂamos la intuiciĂłn, ahora lo explica la neurociencia: cuando promovemos el silencio acĂşstico, pero tambiĂŠn atencional, visual o meditativo, nuestro cerebro cae en un estado muy particular. Esta desconexiĂłn es la que le ayuda a regenerarse, a expulsar las toxinas que conducen a las enfermedades neurodegenerativas. Y lo mejor es que el silencio, en todas sus formas, resulta beneficioso para la creatividad, la memorizaciĂłn e incluso la construcciĂłn de nuestro "yo". Si las grandes sabidurĂas de Oriente y Occidente ya lo habĂan comprendido, hoy la ciencia atestigua los asombrosos poderes del silencio; a nosotros nos corresponde apropiarnos de ellos.