(0)

De parranda

E-book


En los palenques de los siglos XVI y XVII los cimarrones tocaron tambores y movieron sus cuerpos libres para guardar la memoria de sus

raíces africanas. Hoy, en los bares de la capital se baila cumbia y porro, champeta y salsa choque, se oyen gaitas y vallenatos. Se busca recordar, con el cuerpo, que somos la mezcla y el resultado de cuatro siglos de luchas culturales. Una amalgama que partió desde las violencias de

Occidente, para nutrirse de nuevas realidades que perduran. La música es una forma de contar la historia y de que no se nos olvide. Una forma de resiliencia y de nostalgia vital para un país como Colombia, que aprendió a contarse solo con los relatos oficiales de hombres blancos, de ascendencia española, gustos europeos y que vivían en lo alto de la montaña. Lo que sucedía al pie del mar y los ritmos como el porro, la salsa, el vallenato, la cumbia y los carnavales eran cosa de "corronchos", y solo hasta hace poco el periodismo cultural y la memoria colectiva intentan hacerle justicia a esta tradición como relato de nación.