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Los gatos no viven en el tejado y otros poemas de amor

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Tu gato entra silencioso, imperceptible, al cuarto.

Me mira cĂłmo te voy desnudando.

Luego se acurruca en una silla y comienza a cerrar los ojos.

De repente los abre y para las orejas cuando escucha que dices algo.

Pero son quejidos que salen desde el fondo de tu corazĂłn.

QuizĂĄs los orĂ­genes de toda poesĂ­a fueron Ășnicamente gemidos

de amor.

Y el gato se queda dormido.

Dicen que los gatos también sueñan.

Seguro sus sueños son esos milenarios susurros de placer.