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Portonazos

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Esperando la jubilación que se acerca, el comisario Oscar Morante investiga portonazos. El nuevo director lo soporta apenas, solamente por cumplirle una promesa que le sacó la directora recién renunciada. Que lo aguante hasta que jubile le pidió y él le prometió que sí. Pero le dio carta blanca para hacer lo que quisiera con el policía.

A nadie le interesan los portonazos. Rara vez producen consecuencias que lamentar. Parabrisas rotos, por lo general, un arañazo, un moretón. Las compañías de seguros los metabolizan en las pólizas generales, las de alarmas electrónicas innovan sus ofertas. Morante se limita a leer los informes que le llegan de las comisarías barriales, archivåndolos en carpetas de color azul o bien rojo, sin tienen consecuencias luctuosas de consideración. Concentrado en los deprimentes crímenes, su vida entera dedicada a la policía y al Estado se despliega ante sus ojos como una pérdida de tiempo vital y un contrasentido.

Hasta que el mundo criminal que queda mĂĄs allĂĄ de los portonazos invade los archivos inĂștiles del comisario. Morante se ve puesto en el centro de una multiplicidad de crĂ­menes que cruzan todas las ĂĄreas y funciones de la policĂ­a, y que se articulan a su alrededor como un solo caso. ÂżEs un hecho objetivo, o se trata solamente de sus afanes por darse importancia? Dudoso, vacila entre obedecer las Ăłrdenes de mantenerse enfocado solamente en los portonazos, o cumplir con el que siente su deber de policĂ­a y servidor pĂșblico, alarmando a la instituciĂłn entera con crĂ­menes que ha tratado como casos dispersos. Hacerlo podrĂ­a llevarlo a arriesgar la integridad de sus fondos de pensiĂłn. Y lo peor es que podrĂ­a estar equivocado. QuizĂĄ solo se trata del impulso irresistible de culminar su carrera aclarando un crimen importante.