Desde que tuvo uso de razĂłn supo que tenĂa mucho que dar de sĂ mismo, y no era porque otros se lo hubiesen dicho, sino porque lo sentĂa asĂ y asĂ se lo decĂa a los demĂĄs.
Un dĂa el jefe del poblado le dijo:
âBien, ya tienes edad para valerte y para trabajar para ti, ÂżcuĂĄndo vas a demostrar todo lo que vales?
âTodavĂa no me ha llegado mi momento âdijo pensativoâ, reservo mi entusiasmo y dedicaciĂłn hasta que me llegue mi tarea.
PasĂł cerca de un año y el joven seguĂa sin ser productivo para la comunidad; cuando el principal le iba a pedir cuentas de su pĂ©rdida de tiempo llegĂł al pueblo un anciano, preguntando por alguien para un trabajo muy importante.
Todos recordaron las palabras del chico, y rĂĄpidamente condujeron al anciano delante del muchacho, y cuando estuvo delante le dijo: