Esa noche fue sin duda la mejor de mi vida. Una noche mágica con el hombre de mis sueños.
Pero a partir de ahí, todo se torció.
Tras semanas de silencio por su parte y una prueba de embarazo positiva, lo único seguro era que estaba a punto de entrar en modo pánico total.
Hasta que llegué a la sala de reuniones de la empresa donde trabajo y me encontré al hombre de mis sueños —y padre de mi futuro hijo— sentado a la cabecera de la mesa.
Resultó que el vicepresidente financiero de la empresa no era un viejo aburrido con el pelo blanco.
Aun así, vivíamos en ciudades diferentes, teníamos un bebé en camino, técnicamente era mi jefe… y entre nosotros se palpaba una intensa atracción que no creo que fuéramos capaces de frenar.
¿Qué podía salir mal?
Definitivamente mi vida se acababa de complicar aún más todavía.