Pronto seré de oro y carmín narra los anhelos de una serie de individuos disidentes y fuera de la norma por ser trans, o hacer drag, o leer teatro en un pequeño pueblo, o ser aliens, o lesbianas, o queer, o amas de casa que detestan su vida, o tener poder femenino y refleja también la belleza de sus universos y de los colores que tienen a nivel personal.
Los relatos de Vanina Bruc hablan de la confusión y de la crisis; del ansia de libertad; de ese miedo en el que los personajes encuentran la luz y la magia, las identidades únicas y los caminos del autodescubrimiento.
Lindo observa los ángeles del techo de un hotel romano mientras piensa en huir. Keiko se despierta cubierta de pis de gato y se prepara para actuar rememorando su Japón natal. Florence decide matar un pájaro de su jardín y cocinarlo para su familia en Navidad. Nefar renace de su Egipto faraónico en forma cósmica. Bandita hace drag, busca el amor a lomos de un descapotable y pide al viento que la ame como sea. Y luego están Edmundo y Carmela: un juicio por brujería y dos puntos de vista, el del inquisidor y el de la bruja a punto de ser incinerada, asustada, orgullosa, alzada como una diosa de luna que levanta el puño y se grita a sí misma: "Pronto seré de oro y carmín".