Jesús fue el más grande revolucionario de entre los enviados de Dios, fue el primero en transgredir todas las costumbres antiguas, y expió en la cruz la audacia que tuvo al decir que él era hijo de Dios al igual que lo son todos los seres humanos. La insistencia con la que Jesús subrayaba la filiación divina del hombre, escandalizaba e irritaba a los escribas y a los fariseos hasta el punto de que, un día, intentaron lapidarle. Pero Jesús les dijo: "Os he hecho ver varias buenas obras que vienen de mi Padre: ¿por cuál de ellas me lapidáis? Los judíos le respondieron: No te lapidamos por ninguna buena obra, sino por una blasfemia, y porque tú, que eres un hombre, te haces pasar por Dios." Y fue entonces cuando Jesús les recordó un versículo de los Salmos: "¿Acaso no está escrito en vuestra ley: yo he dicho: sois dioses?
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