Vicente Aleixandre (1898-1984) mantuvo, desde los años veinte y hasta poco antes de su muerte, una intensa y extensa amistad epistolar con el pintor Gregorio Prieto (1897-1992). El poeta del 27 que logró el Premio Nobel de Literatura y el pintor que mejor supo retratar a esa generación literaria mantuvieron una estrecha relación a lo largo de los años, siempre dispuestos a convertir la alegría de vivir en una de sus principales motivaciones.
En 1981, Prieto, quien ya había escrito algunos ensayos sobre García Lorca o Cernuda, planteó a Aleixandre la posibilidad de dedicarle un libro, un proyecto que fue bien acogido por el autor de Espadas como labios, pero que no llegó a prosperar. El conjunto de cartas escritas por Aleixandre a Prieto permanecieron en el estudio del artista y solamente unas pocas vieron la luz en alguno de los trabajos del pintor, quedando la mayoría inéditas hasta la publicación del presente volumen.
Este diálogo incompleto, en el que faltan las cartas que Prieto envió a su amigo poeta —quizá perdidas para siempre—, nos aproxima no solo a la intimidad y el alma de Aleixandre, sino también a la fragua creativa del escritor; nos habla del nacimiento de algunos de sus poemarios y de un tiempo de confraternidad donde encontramos referencias a compañeros de aquel grupo poético como Lorca, Alberti, Altolaguirre o Prados. Y, por encima de todo, se despliega en estas misivas una reivindicación del arte, la belleza, la celebración de la vida, junto a un lirismo que, en muchas ocasiones, hermana lo humano con lo divino.