en la visita a mis casas, tambiĂ©n constato ciertas ventajas y desventajas. No digo que no sean elegantes, o que las personas se sientan a disgusto en ellas, pero pienso que, por ejemplo, carecen de algo que he descubriendo con el tiempo y que al principio de ejercer la profesiĂłn me resultaba casi imposible percibir. A ese algo llamo la confortabilidad, no en el sentido inglĂ©s del tĂ©rmino Comfort o en el de decoraciĂłn, sino entendido como capacidad o disponibilidad de los usuarios de la casa para poder experimentar diferentes situaciones en relaciĂłn a la luz, al campo, a diferentes puntos de vista, al paisaje (paisaje exterior e interior), y a los cambios de color. (...) Entonces conseguĂ admitir, o intentĂ© introducir, la idea de que la casa o el edificio tienen que ver mĂĄs con una cierta naturalidad de acciĂłn que reside en el interior de las personas. Existe un equilibrio de energĂas que viene de dentro. El programa, asĂ como los volĂșmenes y el material, son los adecuados. Cuando se alcanza esta adecuaciĂłn, entonces surge la elegancia, nunca a priori