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Sexo y saxofón

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Mientras uno pasa las páginas de sus cuentos, su presencia permanece cerca. Tan palpable es, que se alcanza a sentir el suave susurro de su dedo al deslizarse bajo las líneas que él mismo escribió. Y, cuando el lector se detiene extrañado y levanta la cabeza para mirarlo, él le guiña un ojo.