Cuando Belle Chamberlain se ofreció a ocupar el lugar de su padre como su prisionera, el príncipe Adam Katsaros le propuso un trato. Con profundas cicatrices a causa del accidente en el que había fallecido su esposa, Adam se había recluido en su imponente castillo. Pero la inocente belleza de Belle podía ayudarlo a recuperar su reputación y a reclamar el trono que le pertenecía. Liberaría a su padre si ella desempeñaba el papel de su amante.
Belle no podía negarse ni tampoco resistirse a su inquietante captor. La ardiente mirada de Adam despertaba en ella un deseo que no conocía y cada caricia le indicaba que era suya.