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La condición anárquica : Afectos e instituciones del valor

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En La condición anárquica Lordon analiza y desmonta la teoría del valor, más allá del campo económico, para desplegar los numerosos enfoques de los que fue objeto dicha teoría por parte de sistemas y corrientes de pensamiento a lo largo de la historia. Un recorrido que une a Spinoza y a Pascal, sigue con Durkheim y llega a Deleuze, tomando también en cuenta los aportes de Bourdieu, Luc Boltanski, Castoriadis, Paul Veyne, René Girard y André Orléan, para subrayar "la gran cuestión de una axiología crítica", es decir, la formulación de una teoría de la condición anárquica que apunte a saber, según Lordon "cómo se sostiene una sociedad a la que nada sostiene". La primera respuesta es "sosteniéndose a sí misma".

En el análisis se incluye también la literatura: Poe, Dostoievski, Camus, Faulkner, Houllebecq, Michaux. Por ejemplo, en la obra teatral Calígula, de Camus, al disponer su protagonista de un poder sin límites, hace caer y estallar la razón que defienden los cortesanos, porque, según el tirano, el mundo no tiene razón y, en consecuencia, resulta preferible no entender. Es decir: la condición anárquica desborda la razón o la vuelve inaprensible, sin llegar a suprimirla.

Las razones axiológicas le permiten al autor tomar el marxismo, entre otras herramienta de análisis. "La condición anárquica -dice Lordon- es un mundo de fluctuación indefinida que sólo se estabiliza temporariamente bajo la cláusula de mantener a raya la percepción del vacío". Respecto del valor económico, "no menos vacío que los otros", el autor cuestiona que se mantenga ajeno a los demás valores: a los sociales, o a los del derecho, a los de la moral, a los de la creencias religiosas o a los de las prácticas estéticas.

Bajo el neologismo de axiomaquia, definido como una lucha exacerbada por los valores, Lordon plantea las disputas desatadas en distintos sectores sociales por conquistar la hegemonía y el reconocimiento a través de luchas por la validación colectiva de proposiciones privadas en diversos planos como, por ejemplo, las redes sociales, en las que imperan virulentos enfrentamientos a los fines de existir socialmente.

La condición anárquica supone la inexistencia de un fundamento de verdad absoluta, de un anclaje objetivo al cual atar tranquilizadoramente los valores sociales.