Editorial Dahbar celebra el estreno en la narrativa de ficción de la escritora zuliana Natalia Sánchez, con Las momias de Hauschild, una historia de duelos inconclusos y pasiones destructivas en una Venezuela más o menos ficticia de 1928

Hay dos muertos y una asesina. Un hermoso mar, una nadadora solitaria fascinada tanto por los crepúsculos como con los cadáveres, un círculo de gente que se aferra a las ilusiones del lujo para escapar de los chances de la desgracia. Es Venezuela, pero en un pasado alternativo de hace casi cien años, en el que hay otra dictadura masacrando dentro de las maravillas del paisaje y los a veces estériles esfuerzos de la gente por llevar sus vidas a feliz término. Pero Las momias de Hauschild, de Natalia Sánchez, no es una historia política: es una oscura fábula de pasiones desencontradas en una época que no por apacible era escasa en sacudidas del destino, y en la que los difuntos podían cruzar una frontera prohibida para enmendar entuertos pendientes. Esta novela lírica y a la vez eficiente, que no llega a las 200 páginas, recuerda los registros de maestros del género como Patricia Highsmith y Manuel Vásquez Montalbán, pero con los componentes únicos del paisaje del litoral central venezolano, en un momento en que era un refugio para desterrados y soñadores, un santuario para la belleza que sin embargo era el escenario perfecto para el crimen imperfecto.