Este libro es un resultado muy maduro de los estudios de doctorado de Sergio Anzola, en los que yo obré como tutora. Aprendí muchísimas cosas de él en el proceso; creo que él aprendió muchas más. En todo caso, es un honor escribir este prólogo e invitarlos a leer El malestar en la profesión jurídica con todo el cuidado y la pasión con que fue escrito. Como la introducción muestra en detalle cuáles son los aportes del libro y cuáles los debates que abre, voy a concentrarme en los aspectos más íntimos y personales del proceso de escribirlo, con la idea de que, tal vez, el viaje que recorrimos —que recorrió Sergio— inspire a muchos de los lectores potenciales. Sergio y yo llegamos a los debates de la ética profesional como resultado de una serie de eventos y decisiones que vale la pena narrar para ilustrar el valor, y también el coraje, de inscribir un trabajo en esta área. En el año 2010, una amiga psicóloga me invitó a participar en un estudio sobre la manera en que los médicos abordan los casos que involucran derechos sexuales y reproductivos.
Su intención inicial era que yo la ilustrara sobre lo que la ley prohíbe u ordena y a partir de allí ella trabajaría los instrumentos necesarios para recaudar información. Sin embargo, logré convencerla de que el derecho es más complejo que un recuento estático y que mi participación a lo largo de todo el proyecto era fundamental. El hallazgo más importante fue, al menos en el caso de los médicos, que el conocimiento de la norma no es tan importante como las actitudes y las creencias que se tienen en relación con los derechos sexuales y reproductivos.