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EntreSiglos: infancias

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Los ocho ensayos que integran este libro ejecutan un gĂ©nero tan impredecible como lo puede ser el de los relatos de infancia. Impredecible en un doble sentido. Por lo general, creemos saber aproximadamente quienes fuimos; pero una vez que empezamos a hurgar en ese pasado descubrimos de improviso que sabemos muy poco. O, lo que es lo mismo: que no sabemos casi nada. No se trata simplemente del necesario e inevitable olvido, ni tampoco del parĂ©ntesis que crece dĂ­a con dĂ­a entre nosotros y ese pequeño otro que juega de manera despreocupada en algĂșn rincĂłn del tiempo. La imagen que nos hacemos de la infancia estĂĄ entrecruzada por un haz de vivencias suprimidas o desplazadas, que nuestra mente ha recubierto con metĂĄforas y guiños que nos apartan de ellas. Convertidos en una suerte de involuntarios arqueĂłlogos de nuestra propia existencia, el pasado aparece como una zona del asombro, y el sĂșbito reencuentro con esas vivencias puede prestarse a las mĂĄs inveteradas consecuencias. Este libro habla de ese asombro.

La niñez de tres de sus autores transcurre en el sureste del país; otra corría en los vergeles de Uruapan, varios son citadinos impregnados de recuerdos de otras regiones, uno es parte de una insólita familia migrante y uno mås jugó en las secas tierras del Golån. En cierta manera, cada ensayo es una versión monogråfica de la vida en México en los años cincuenta. La diversidad de las existencias que consignan justifica toda sospecha sobre la imagen convencional de un país que era unitario y monocolor. Tratan de infancias que transcurren en el inicio del "milagro económico" y del momento en que el orden autoritario alcanza su mayor despliegue, pero los niños habitan mundos ligeros, próximos, cargados de libertades, riesgos y alegrías. En rigor, narran un mundo que ha desaparecido casi por completo, y acaso en ello estriba su riqueza. No porque recobran un pasado, una tarea tan subjetiva como lo dicta toda memoria individual; sino porque nos muestran, de la manera mås ineludible e íntima, que lo verdaderamente impredecible es la versión que nos aguarda del tiempo que ya fue.