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Goya y obras de arte

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Goya es tal vez el pintor mĂĄs accesible. Su arte, al igual que su vida, es un libro abierto. Nada ocultĂł a sus contemporĂĄneos y les ofreciĂł su obra con la misma franqueza. La puerta a su mundo no estĂĄ oculta detrĂĄs de grandes dificultades tĂ©cnicas. Fue la prueba de que si un hombre tiene la capacidad de vivir y multiplicar sus experiencias, de luchar y trabajar, puede producir grandes obras de arte sin el decoro clĂĄsico y la respetabilidad tradicional. NaciĂł en 1746 en Fuendetodos, un pequeño pueblo montañés de un centenar de habitantes. De niño trabajĂł en los campos con sus dos hermanos y su hermana, hasta que su talento para el dibujo puso fin a su miseria. A los catorce años recibiĂł el apoyo de un mecenas adinerado y se marchĂł a Zaragoza a estudiar con un pintor de la corte y, posteriormente, cuando cumpliĂł diecinueve años, se fue a Madrid. Hasta los treinta y siete años, sin contar algunos diseños de tapicerĂ­a de modesta calidad decorativa y cinco pequeñas pinturas, Goya no pintĂł nada de gran importancia, pero una vez que dominĂł su temperamento, produjo obras maestras con la misma velocidad que Rubens. Tras su nombramiento en la corte siguiĂł una dĂ©cada de actividad incesante, años de pinturas y escĂĄndalos, con intervalos de salud deteriorada. Los grabados de Goya demuestran su gran pericia como dibujante. En la pintura, al igual que VelĂĄzquez, depende en mayor o menor medida del modelo, pero no de la manera objetiva del experto en naturalezas muertas. Si una mujer era fea, la convertĂ­a en un horror despreciable; si era atractiva, dramatizaba su encanto. PreferĂ­a terminar sus retratos en una sola sesiĂłn y era un tirano con sus modelos. Al igual que VelĂĄzquez, se concentraba en los rostros, pero dibujaba las cabezas con pericia, construyĂ©ndolas con varios tonos de grises transparentes. Su mundo en blanco y negro estĂĄ habitado por formas monstruosas: se trata de las producciones en las que demuestra una reflexiĂłn mĂĄs profunda. Sus figuras fantĂĄsticas, como solĂ­a llamarlas, nos llenan de una sensaciĂłn de gozo vulgar, acentĂșan nuestros instintos diabĂłlicos y nos deleitan con el nada caritativo Ă©xtasis de la destrucciĂłn. Su genio alcanzĂł el punto culminante en sus grabados de los horrores de la guerra. Al compararlas con la obra de Goya, otras pinturas sobre este tema palidecen hasta convertirse en estudios sentimentales de la crueldad. EvitĂł la acciĂłn esparcida por el campo de batalla y se confinĂł a escenas aisladas de matanzas. En ninguna otra obra demostrĂł tanto dominio de la forma y el movimiento, tantos gestos dramĂĄticos y efectos sorprendentes de luz y sombra. En todos estos aspectos, Goya fue un renovador e innovador.