Clasificado entre "Los 10 mejores libros que todo predicador deberĂa leer" por la revista Preaching Magazine. Con verdadero tono profĂ©tico el autor hace un llamado general a recuperar la dimensiĂłn espiritual del ministerio cristiano, que, debido a confusiones de tĂ©rminos y roles, peligra por una malentendida profesionalidad. ImprovisaciĂłn, superficialidad y descuido caracterizan muchas actividades de la iglesia, ya sea a la hora de hacer un programa de radio o de organizar una campaña de testimonio, o de presentar un programa de acciĂłn ante las autoridades civiles, cuando lo que se necesita es profesionalidad, esmero y dominio de la materia. En estos campos de actividad comunitaria sĂ que es preciso, imprescindible, ser profesionales, manejar adecuadamente los asuntos pertinentes. El error es extrapolar virtudes necesarias para actividades de corte social, polĂtico o administrativo, y aplicarlas al ministerio cristiano, la predicaciĂłn del Evangelio y el cuidado pastoral. AquĂ, el profesionalismo lejos de remediar males, crea problemas, antes que dar vida, mata. El ministro cristiano no es un ejecutivo, ni un administrador de empresas religiosas, para eso hay ancianos, secretario y consejo de iglesia, es, ante todo, un siervo de Dios para la extensiĂłn del Evangelio y la edificaciĂłn de los creyentes. La obra de Dios es muy diferente de la obra de los hombres. Es una obra de persona a personas, inspirada y guiada por la persona sublime de Jesucristo. EstĂĄ mĂĄs allĂĄ de lo profesional, porque, paradĂłjicamente, tiene que ser mĂĄs que profesional. Exige una dedicaciĂłn completa en pensamiento, palabra y obra. Para esto no hay tĂ©cnica que sea suficiente, excepto la comuniĂłn y el trato Ăntimos con Dios y los hombres. "Los objetivos de nuestro ministerio son eternos y espirituales. No son comunes a ninguna otra profesiĂłn.