La universidad, en un sentido amplio, contribuye con su proyecto humanista al cultivo de la sociedad civil y de los ciudadanos que exige la crisis actual. Se trata de propiciar un escenario que nos permita avanzar desde la mera palabrería –a veces cómoda o indolente– hacia el pensamiento crítico comprometido y consecuente, y, de este modo, transitar desde la apatía hacia la solidaridad, desde la desafección hacia la confianza, desde la búsqueda de soluciones individuales hacia la construcción de nosotros incluyentes. Todo ello mediado por el diálogo social, esa actividad fundamental que puede ayudarnos a superar la polarización entre creencias pertinaces y a darles protagonismo a la palabra generosa, a la escucha profunda y a sus actuaciones consecuentes.