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Las celdas rosas

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Hay dos formas fåciles de afrontar la vida de las mujeres en prisión en nuestro país y los motivos que las llevaron allí: una es pasarla por alto y la otra es convertirla en un valle de lågrimas. El mérito de Sylvia Arvizu ha sido encontrar una tercera opción. La mås ética y estética posible. La de reintegrarle su caråcter humano.

Reseña en Playboy

El Rayalibros: Las celdas rosas, un testimonio carcelario

Por: AdĂĄn MedellĂ­n

24 de mayo de 2019

"Me rehĂșso a pensar que quienes cumplimos una condena en prisiĂłn, estamos aquĂ­ por el solo hecho delictivo, por un error, por una mala decisiĂłn. Creo firmemente en una serie de sucesos y factores que influyen en la vida del ser humano y por consecuencia llegamos al cuadro. A encararnos frente a la barda beige, a toparnos con un portĂłn que nos impide mirar la calle y respirar el aire de afuera."

He leĂ­do en una sola sentada, pero con distintas pausas para darme un respiro, las crĂłnicas de "Las celdas rosas" en que la comunicĂłloga Sylvia Arvizu (Hermosillo, 1978) narra la vida cotidiana de ella y otras internas en un penal en Sonora.

Con una prosa directa, sencilla, dura, Arvizu (quien ha ganado distintos premios literarios interpenitenciarios) cuenta en breves trazos el mosaico de vidas femeninas que confluyen en esta cårcel de México. Son historias de violencia, de incomprensión, de consumo de crystal, de reincidencias o de separaciones familiares; pero que también hallan toques de esperanza en el arte, en la escritura, en la sonrisa de un hijo, en la posibilidad de sobrevivir y añorar la libertad en un sistema de justicia en que prevalece la injusticia.

El libro de Arvizu mueve porque nos relata los claroscuros de la existencia de las mujeres en prisión. Puede narrar golpizas entre reclusas ordenadas por un poder oscuro, pero también proyectos comunes de amor y solidaridad entre las internas. Empåtica, pero no complaciente, Arvizu retrata errores, confusiones y malentendidos que llevaron a distintas de sus compañeras a la cårcel; al tiempo que muestra vidas que no dejan de torcerse y volver al penal porque no conocen otro modo de supervivencia.

Toda esta narrativa se enmarca en su propia lucha por conseguir la libertad anticipada apoyada en sus méritos literarios y su comportamiento, que le ha sido negada continuamente luego de ser condenada a 19 años y 11 meses de prisión por haber rociado åcido en la cara de su ex pareja. Arvizu ya ha cumplido 12 años de su condena; la misma edad de su hija Sylvana, cuya mención de que pinten las celdas de las reclusas de color rosa (en vez del monótono beige) para hacerlas pensar que estån en un lugar diferente le da al libro su emotivo título.

Ahí donde las vidas se quiebran, la literatura es un espacio de reconocimiento, afirmación y redención personal que permite continuar día a día. Vaya lectura tremenda para abrir los ojos a un país que tantas veces preferimos no mirar. "Las celdas rosas" (Nitro/Press, 2018) obtuvo el Premio Concurso del Libro Sonorense 2017 en el género de Crónica.


UpplÀsare: Sylvia Arvizu

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