"La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crió, es el descubrimiento de las Indias".3 Francisco López de Gómara escribió estas palabras en la presentación de su Historia General de las Indias, publicada en 1552. Esta concepción providencial de lo ocurrido, según la cual Dios quiso que España conquistara el Nuevo Mundo para la expansión y triunfo final del cristianismo,4 lejos de ser una idea extravagante para su tiempo, fue ampliamente compartida por los cronistas y cosmógrafos de la Corona española del siglo xvi.5 El año de 1492, tal y como entonces lo entendieron los ibéricos, partió la historia del mundo en dos; cinco siglos después seguimos tratando de entender qué pasó y el mundo no se termina de ajustar a los cambios que se iniciaron en el Atlántico.
El mismo López de Gómara afirma en la ya citada presentación de su obra: "toda historia, aunque no sea bien escrita, deleita";6 una afirmación cuestionable, pero conveniente para conservar el ánimo en la pretensión de escribir sobre la increíble historia del Renacimiento europeo. Aquí va un intento más, esta vez en referencia a personajes y regiones poco visibles en la historiografía de la ciencia moderna: los católicos ibéricos en el mundo atlántico.