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Libro 3. Historias Olvidadas De Tiempos Pasados

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La historia de días hace tiempo olvidados
 El velo del pasado se levanta, revelando la historia de las antiguas deidades y la legendaria gobernadora. ¿Cuál es el secreto del lapislázuli sagrado escondido entre las brumas del tiempo? ¿Cómo se entrelazarán los destinos, conectados por hilos del pasado distante?

Extracto del libro:

...Al darse la vuelta, Sumire vio una figura femenina surgir del interior del ciruelo. Y ante ella apareciĂł una joven de largos cabellos que vestĂ­a ropas escarlatas.

—Señora, por favor, no tengĂĄis miedo de mĂ­ —dijo—. Soy el espĂ­ritu del ciruelo que crece junto a este puente. Mi nombre es Umeko. El oni Kiseki, cuyo nombre has adivinado, causĂł problemas, no solo a mĂ­, sino tambiĂ©n a los espĂ­ritus locales de las piedras y el espĂ­ritu del rĂ­o. Nunca hemos querido dañar a la gente y siempre hemos tenido mucho miedo de ser testigos de derramamiento de sangre. Por eso quiero daros las gracias.

—Oh, no hay necesidad —dijo Sumire modestamente.

—No os habĂ©is sorprendido en absoluto al encontraros con Kiseki y conmigo. —Umeko sonrió—. ÂżOs habĂ­ais encontrado antes con espĂ­ritus y demonios?

—Una vez fui testigo de un acontecimiento místico —replicó Sumire.

—¡Oh, ya veo! —exclamĂł el espĂ­ritu del ciruelo—. Eso lo explica todo. ÂĄSois una persona asombrosa! Como prenda de mi gratitud, dejadme enseñaros el espejo que conoce el pasado.

—¿El espejo que muestra el pasado? —preguntó Sumire sorprendida.

—SĂ­ —asintiĂł Umeko. Un pequeño espejo de bronce apareciĂł en sus manos, pintado con un patrĂłn de colores intrincados en los bordes—. Si mirĂĄis en Ă©l, podĂ©is ver lo que querĂĄis. Ya sea un acontecimiento de tiempos antiguos, la vida de una persona o un espĂ­ritu. Lo Ășnico que el espejo no muestra es el destino de los objetos.

***


Era un bochornoso día de verano. No había el más mínimo movimiento de aire.

Los sirvientes y miembros del clan Celestial sufrĂ­an por el calor. Por la tarde, el cielo empezĂł a adoptar una tonalidad plĂșmbea al irse aproximando una gran tormenta.

Amaterasu mataba el tiempo a la sombra de un årbol frondoso. Sus doncellas, Miyu y Mayu, daban aire diligentemente a su Señora con grandes abanicos.

Durante los Ășltimos dos años, Miyu habĂ­a crecido y se habĂ­a ido convirtiendo en una atractiva joven. Mayu entrĂł al servicio de las deidades poco despuĂ©s que su amiga. Era un año menor que Miyu, pero eso no impidiĂł que las muchachas se hicieran amigas.

—Probablemente va a haber una fuerte tormenta esta tarde
 —dijo indolentemente Amaterasu.

—SĂ­, mi señora, siempre hace mucho bochorno antes de una tormenta —corroborĂł Mayu.

—Tengo miedo de morir por un rayo
 —confesó Miyu.

—¡No deberías temerlos! ¡El cielo está lejos! Y servimos a las deidades, así que no va a pasar nada —razonó su amiga.

Lo sabĂ­a perfectamente: en una tormenta, no hay que estar cerca del agua y no hay esconderse bajo un ĂĄrbol. En caso contrario, los espĂ­ritus del trueno se enfadarĂĄn y te incinerarĂĄn con un rayo ardiente.

—He tenido una pesadilla hoy —dijo Miyu ignorando a su amiga —. He visto una enorme bola de fuego caer en Ashihara y cubrir de llamas a la señora Izanami


***

Hace nueve mil años


Era un maravilloso día de verano. Ese año el verano resultó ser extremadamente fructífero: ni frío, ni tampoco cålido. Llovió la cantidad justa.

Los adivinos de la corte del clan del RĂ­o Celestial calificaron unĂĄnimemente a esto como un buen augurio. La razĂłn de ello era la ascensiĂłn al trono del nuevo gobernante Tei.

El clan Celestial había llegado a la Tierra hace mås de mil años, desde un lugar lejano mås allå del río Celestial. Se establecieron en el archipiélago al haber fundado la capital en la isla de Honshu, pero después de un par de siglos acabaron perdiendo el contacto con su lejano hogar ancestral.

El paso del tiempo no perdonĂł a nadie, barriendo todo a su paso. AsĂ­ que, a lo largo del milenio, el clan Celestial perdiĂł la mayorĂ­a de sus conocimientos y tecnologĂ­a. Los miembros de clan se convirtieron en muchos sentidos