Nocturno
Seguimos el sendero sinuoso a través de los médanos.
QuerĂamos ver el mar, el cielo estrellado, la inmensa luna.
Mientras avanzĂĄbamos, oĂmos el pulso oceĂĄnico que marcaba nuestros pasos sobre la arena.
En el horizonte, varios barcos iluminados pescaban.
Iban en busca del calamar.
Los moluscos, sensibles a la luz, eran atraĂdos hacia la superficie.
Las redes completaban la trampa.
Ante tal capacidad de destrucciĂłn nos pareciĂł frĂĄgil la vida,
irrelevante el amor.
Sin embargo, buscamos nuestra roca, la que se ubicaba debajo del acantilado.
Nos salpicĂł la llovizna frĂa de los gĂ©iseres de espuma que surgĂan surgen entre las grietas.
La realidad no eran no son solo los grandes barcos.
Junto a nosotros también estaban las variaciones de las olas, el zumbido del viento.
Sin quererlo, se habĂan convertido en nuestro refugio nocturno.
Aplacaban nuestras dudas.
Calmaban nuestros miedos.
Nos protegĂa la belleza.
Entonces pudimos decirnos aquellas palabras que en otros
momentos nos hirieron.
Pudimos contarnos los nuevos secretos.
Y nos besamos, nos acariciamos.
Abrazados miramos el mar, las estrellas del cielo, los siniestros
pesqueros iluminados, la inmensa luna.
Fuimos felices.