"La filosofía de la acción social, expuesta en el pragmatismo
lingüístico, da prioridad al lenguaje, pues sin éste no existirían
ni la acción social ni el trabajo. Los hechos sociales son
creaciones humanas en el uso del lenguaje. Los hablantes se
comprometen con el lenguaje y en su uso se obligan a actuar
de determinada manera en las instituciones sociales, puesto
que es el elemento que crea, a partir de su uso, el hecho
social. Los pactos lingüísticos de la colectividad, al crear, de
manera intencional, las instituciones sociales, son los que
soportan colectivamente las acciones sociales y la institución
del trabajo (…) Lo que se ha considerado como trabajo en la
sociedad, no es más que una institución, la que, a su vez,
como lo expone Searle (1995) no es más que la creación
intencional de la colectividad a través del uso del lenguaje.
Cada institución social es creada por la conciencia y la
intencionalidad colectiva y expresada en términos del
lenguaje. (…) Es decir, el trabajo no es visto como un
subsistema cuya característica está dada en torno a las
necesidades y la conservación de bienes y servicios, sino
como una institución, en la cual los sujetos a través de la
sociedad han creado dicho fenómeno con el uso del lenguaje
y han definido con el lenguaje las funciones de estatus de
manera colectiva. Ni siquiera se podría hablar de sistema de
bienes y servicios, si a través del uso del lenguaje no se
hubiese creado la institución de la economía y definido
colectivamente el papel del ser humano en esta".
Angélica María Rodríguez Ortiz