Cualquier consideración de los orígenes y funciones de las emociones de ansiedad y miedo presupone que estos fenómenos deben ser universales y existentes en casi todas las culturas y subculturas. Desde la época de Darwin hemos asumido que la evolución debería favorecer a los miembros de una especie que están ansiosos y temerosos, y la investigación reciente ha establecido que estas dos emociones son al menos parcialmente distintas con diferentes funciones (Suárez et ál., 2009). Muchos teóricos como Howard Liddell sostienen que la ansiedad representa la capacidad de las personas para planear el futuro y estar alerta ante posibles amenazas o retos futuros; en otras palabras, es una emoción orientada hacia el futuro que motiva la preparación ante una posible amenaza.
El miedo, por otro lado, es la emoción más dramática científicamente observada por Darwin como una respuesta de "lucha-huida" a una amenaza inminente e inmediata o peligro, como saltar hacia el andén para evitar un carro que se acerca: como tal, es la reacción de alarma del organismo. Esta distinción será aún más claramente reconocida en la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (dsm-v). Por supuesto, la predisposición a experimentar ansiedad y miedo, así como las tendencias de acción resultante (la preparación y la vigilancia para la ansiedad y la respuesta de lucha y huida para el temor) se distribuyen normalmente en toda la población, lo que significa que cierto número de individuos van a presentar excesos en estas características, o al menos umbrales más bajos en sus expresiones.