Ciertos críticos encuentran una aureola de espiritualismo ruso en Una cristiana, de Emilia Pardo Bazán, en la que la estructura social de la España del siglo XIX es descrita con naturalismo, a través de un personaje en conflicto con sus presuntos orígenes judíos.
Una cristiana está narrada en primera persona por el protagonista, Salustio Meléndez Unceta, por lo tanto el punto de vista del relato es subjetivo, siempre desde la óptica de este personaje, principal afectado por los hechos narrados.
Sin embargo, esta visión tan personal se ve contrarrestada por la presencia de numerosos diálogos, que, bajo la forma de amistosas conversaciones y acaloradas discusiones, toma posicionamientos diferentes sobre los hechos narrados y sobre la concepción de la vida y del amor.
Uno de los temas que no podía faltar en esta novela es el análisis del papel social que juega la mujer. Acostumbrados a encontrar en muchas novelas de Pardo Bazán la defensa de una mujer moderna e independiente o la crítica a la mujer española tradicional, esta obra nos sorprende con la presencia de Carmiña, una mujer cristiana educada en unos principios tradicionales. Es una mujer que no tiene especiales inquietudes culturales y se limita a sus obligaciones religiosas y a las relaciones sociales, consideradas como propias de las mujeres de la clase media provinciana.