Kandis
Uno viaja y normalmente lo hace en aviĂłn, sobre todo para trayectos internacionales, pero luego se pone a pensar y se da cuenta de que en verdad un viaje en aviĂłn se diferencia de otro en los uniformes de la tripulaciĂłn, si es que uno es capaz de recordar dicho detalle, pues tampoco son diferencias esenciales: si al menos usaran los trajes tĂpicos del paĂs donde estĂĄ matriculada la aeronave. Considero por ello que la gran epopeya de los viajes se vive en los trayectos por superficie, aunque no sea nada mĂĄs que un pequeño recorrido de una localidad a otra, y dentro de estos periplos sobre la cara del mal llamado planeta Tierra permitidme que declare mi veneraciĂłn por el agua, puesto que el mar en su mĂĄs amplia acepciĂłn es el espacio natural para la aventura, pero tambiĂ©n para la evocaciĂłn intimista. El mar es fuente de vida en el sentido de la evoluciĂłn biolĂłgica, pero tambiĂ©n, el eje de la subsistencia cotidiana. En el caso particular del MediterrĂĄneo, ya sabemos todos lo que el mar significa. El mar imprime carĂĄcter a las personas que viven junto a Ă©l, porque el mar es cada dĂa un nuevo mundo ante nosotros: el mar como nostalgia, el mar como bĂĄlsamo, el mar como ironĂa, el mar como lucha, el mar como leyenda. Pero no veremos rayas, porque, de verdad, ÂĄquĂ© mal le sientan las rayas al mar! El mar, en definitiva, es lo que nos une y no lo que nos separa y eso es exactamente lo que el generoso lector encontrarĂĄ en este libro. Francisco Javier RodrĂguez Barranco (coordinador)