Pensamiento

El mundo visto a los ochenta años es un libro introspectivo y reflexivo en el que Santiago RamĂłn y Cajal, el eminente cientĂ­fico español y padre de la neurociencia moderna, contempla la vida y sus cambios desde la perspectiva de un octogenario. En esta obra, Cajal entrelaza la biologĂ­a con la filosofĂ­a, ofreciendo una visiĂłn de la vejez como un periodo de declive fĂ­sico, y tambiĂ©n como una etapa de sabidurĂ­a acumulada y de perspectiva Ășnica sobre el paso del tiempo. La introducciĂłn nos presenta a un Cajal consciente del inexorable avance hacia la «Vejecia», tĂ©rmino que utiliza para referirse a la vejez, y lo hace con una mezcla de aceptaciĂłn y melancolĂ­a. A travĂ©s de sus palabras, Cajal invita al lector a considerar la vejez no solo como una etapa final, sino como un epĂ­logo lleno de experiencias y conocimientos, marcado por las limitaciones que el envejecimiento impone al cuerpo y a la mente. Cajal se hace eco de las palabras de filĂłsofos como GraciĂĄn y Schopenhauer para ilustrar el carĂĄcter engañoso del tiempo y la sorpresa con la que uno se encuentra al llegar a la vejez. A pesar de las «traiciones y eclipses de la memoria», el yo persiste, y Cajal reflexiona sobre cĂłmo, incluso en la senectud, el individuo se esfuerza por mantenerse activo y relevante. Esta libro es tambiĂ©n un testimonio de los desafĂ­os que enfrenta la sociedad moderna, con su rĂĄpido avance y acumulaciĂłn de conocimientos, lo que a menudo resulta abrumador para la capacidad mental humana. A principios del siglo XX, ya Cajal lamenta la «indigestiĂłn mental progresiva» que sufrĂ­an los jĂłvenes de la Ă©poca, un fenĂłmeno que atribuye a la disparidad entre la evoluciĂłn cultural y las capacidades cognitivas heredadas del pasado. En el corazĂłn de su libro, Cajal examina las «decadencias inevitables» de la vejez, con sus achaques y enfermedades, ofreciendo un anĂĄlisis sincero y sin adornos de la realidad del envejecimiento. Sin embargo, tambiĂ©n destaca los avances significativos de la humanidad, especialmente en ciencia y tecnologĂ­a, rechazando la visiĂłn pesimista de autores como Spengler sobre la «Decadencia de Occidente». AquĂ­, la narrativa de Cajal se desvĂ­a ocasionalmente hacia temas polĂ­ticos y sociales, reflejando su preocupaciĂłn por los cambios radicales y los movimientos centrĂ­fugos que, a su juicio, podrĂ­an amenazar la integridad de la naciĂłn. A pesar de las digresiones, Cajal se mantiene fiel a sus convicciones españolistas, demostrando una pasiĂłn que, si bien reconoce como posiblemente excesiva, es inextricable de su identidad y su amor por su patria. El mundo visto a los ochenta años es, en definitiva, un diĂĄlogo con la vejez desde la experiencia personal de un cientĂ­fico que ha dedicado su vida a la observaciĂłn y el estudio. Cajal ofrece una mirada al interior de su mente y su alma en el ocaso de su vida, y proporciona al lector un espejo en el que ver su propia existencia y el inevitable camino hacia la vejez con dignidad, curiosidad y una inquebrantable sed de conocimiento.