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El Zarco

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El Zarco es una pieza particular y olvidada de la literatura mexicana. Escrita entre 1874 y 1888 por Manuel Altamirano, activista cultural y figura crucial en el proyecto de Modernidad en su paĂ­s, la novela no fue publicada hasta despuĂ©s de la muerte de su autor y aĂșn hoy permanece injustamente en la sombra del Periquillo Sarniento de JosĂ© JoaquĂ­n FernĂĄndez de Lizardi y Clemencia, novela anterior del propio Altamirano. El Zarco narra la trĂĄgica pasiĂłn de Manuela por el sangriento bandido que da tĂ­tulo a la novela. Saqueos, asesinatos y venganzas dan tanto color al relato como el desenfreno, el erotismo y las obscenidades del populacho indisciplinado e incontrolable, encarnado en los bandidos. Del otro lado de los bĂĄrbaros y de la inapropiada pasiĂłn estĂĄ la virtud y el amor entre el indio abnegado y honesto, convertido en obrero, y Pilar, la joven mestiza, dĂłcil y respetuosa del orden social. Pero bajo las lĂĄgrimas y los abrazos, los paisajes sublimes y los desvarĂ­os pasionales se esconde una sugestiva puesta en escena de lo nacional, de sus ideales de ciudadanĂ­a y de su pedagĂłgica civilizatoria. Sugestiva porque, aun habiendo desaparecido el cuadro cultural que la novela evoca y aun habiendo sido superada la estĂ©tica romĂĄntica a la que el texto es fiel, en sus pĂĄginas se articulan interrogantes y motivos sumamente actuales. El mal gobierno, la ubicuidad del robo, el terror justiciero, las autoridades inoperantes y la frĂĄgil infraestructura del Estado que caracterizaban a ese MĂ©xico que Altamirano retrata, parecieran no solo no haber desaparecido, sino incluso estar aflorando con mayor dureza en nuestros tiempos. Tampoco se han desvanecido las tensiones y los conflictos raciales, sociales y de gĂ©nero inscritos en este rico relato de uno de los tantos proyectos civilizatorios latinoamericanos, que buscaban defender y fomentar ciertos sujetos, ciertos cuerpos y ciertas relaciones entre ellos, en detrimento de otros, excluidos, invisibilizados y silenciados.