El autor presenta una nueva interpretaciĂłn sobre el modo de proceder del Estado soviĂ©tico, y su extrema violencia. Muchas de las prĂĄcticas estalinistas -la economĂa estatal, la vigilancia, las campañas de propaganda y los campos de concentraciĂłn- no tienen su origen en Stalin, ni siquiera en Rusia, sino que fueron herramientas de gobierno extendidas por Europa durante la Primera Guerra Mundial. El sistema soviĂ©tico se configurĂł precisamente en esos años de guerra total, con sus prĂĄcticas de violencia y movilizaciĂłn, y estos fueron desde entonces los sillares del nuevo orden polĂtico.
Los lĂderes del Partido Comunista, a su vez, utilizaron despiadadamente esas mismas prĂĄcticas para llevar a cabo su agenda ideolĂłgica de transformaciĂłn econĂłmica y social.