El tema relativo a la misiĂłn y la obra del EspĂritu Santo ofrece un campo de estudio inagotable, porque trata de una Personalidad que trasciende todo tiempo y toda medida: la tercera Persona de la Deidad. Sus pasos augustos no se pueden medir, pero pueden reconocerse claramente; no se pueden explicar, pero pueden y deben ser personalmente aceptados y experimentados. Vivimos en un mundo que estĂĄ cambiando rĂĄpidamente, un mundo que corre alborotado, dominado por nuevas fuerzas. Problemas nuevos y graves -que surgen de una actitud nueva y siniestra de la mente y del corazĂłn hacia Dios y hacia la autoridad divina- nos confrontan y nos desafĂan. Las enormes ciudades del mundo, que van creciendo mĂĄs y mĂĄs con los años, nos desafĂan con una tarea abrumadora. Y, sin embargo, ellos deben oĂr el mensaje de Dios a los seres humanos. Estoy persuadido de que hay una sola soluciĂłn para el problema al que hacemos frente, una sola provisiĂłn para nuestra necesidad: el poder del EspĂritu Santo, el derramamiento de la lluvia tardĂa en nuestras vidas y en nuestro servicio. Esto es lo Ășnico que nos capacitarĂĄ para hacer frente a esta estupenda tarea de terminar la obra que nos fue encomendada.