Terminando la dĂ©cada del veinte del siglo pasado, la historia transcurre en Buenos Aires. Porfirio regentea dos prostĂbulos; un dĂa decide hacer un cambio en su vida. Un cambio copernicano. ÂżLo lograrĂĄ? En el telĂłn de fondo del drama de Porfirio estĂĄ, avasallante, el primer peronismo.
Las sombras cardinales de Porfirio es uno de esos textos que producen un intenso placer estĂ©tico. Al rĂo narrativo de Hugo Barcia confluyen estimables afluentes, pero su obra es tan propia y original como la imaginerĂa fabulosa de su autor. Esta obra respira algo del realismo mĂĄgico de GarcĂa MĂĄrquez y (en especial) de Manuel Scorza; pero tambiĂ©n encontraremos al "depuesto" Leopoldo Marechal y al prestidigitador de Roberto Arlt; posiblemente tropecemos con el habla mixturada de Luis Tedesco y âya para terminar con tantos afluentesâ la pintura provocativa y falsamente inocente de Daniel Santoro. Podemos decir que estĂĄn, pero no fueron buscados.
No hay trampa ni robo ni prĂ©stamo en Barcia. Lo que sĂ vive, sĂłlido como una piedra y blando "como el agua blanda", es un gĂ©nero no reconocido ni creado (aĂșn): el barroco popular-peronista.