"[…] Normal, como tapa de carpeta, y emocionante, como cepillo de inodoro, mi creatividad teje frases y las une con las ideas de un utópico cerebro con todas las de morir en la redacción de un detalle. Si se me escapa una idea, ha de ser la de escapar de mis ideas. Nada en la memoria va a ser claro ni tampoco de gran ayuda, especialmente cuando los visores de la realidad están percudidos de ese vicioso juego de egos.
Mi inteligencia es como la de un mosquito, torpe y frágil, como un vaso mal puesto al borde de la mesada. Es hora de que se sepa… […]".
El camino de la cordura está plagado de maleza loca que perece a medida que seguimos adelante; al fin y al cabo, no estar desquiciado es tan relativo que, para simplificar la idea, todo se resume a la moral y a la ética.
Este conjunto de incoherencias en forma de libro, propone contemplación frente a una inminente y personal oleada de cuestionamientos y prejuicios, diálogo interno, sinceridad, juicios de valor con el propio ser. Es entonces donde cabe la pregunta del lector: "¿Qué hago leyendo esto?".