En esta inteligente obra, Seyla Benhabib propone concebir la identidad cultural como un proceso de negociación dinámica, en la esfera no sólo pública sino también privada. Y en el concepto de -ciudadanía flexible- encuentra una vía para salvaguardar el universalismo político, haciendo coexistir la reciprocidad igualitaria y la libertad de autodefinirse por parte de los individuos tanto como de los grupos. Porque, en definitiva, en la era global la igualdad está dada sobre todo por la riqueza de los componentes socioculturales en juego.