Si JesĂşs, el hijo de MarĂa, contase hoy sus parĂĄbolas, mantendrĂa su mensaje y actualizarĂa sus ejemplos. Salvando la distancia histĂłrica, el Evangelio narra nuestras vidas: Nosotros le ponemos nombres propios.
Y es tan peligroso como un espejo. Y tan liberador como un abrazo.
Todas las historias de este libro son verdad. Todos sus personajes existen. Los nombres son y no son los que son, y he variado algunos datos para salvaguardar la intimidad de esas personas. En muchas ocasiones soy yo misma ÂżPara quĂŠ negarlo? Pero no hay ficciĂłn. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.
Creo en un Dios que no duerme. Un Dios que sigue saliendo hoy sin descanso al encuentro del hombre. Ăsta es la Buena Noticia. Y por eso, las palabras que lo cuentan tienen la grandeza de la mayĂşscula que lleva la Palabra.