¿Por qué los cubanos, ante una situación escabrosa, decimos que ha llegado la hora de los mameyes? ¿Dónde y cuándo comenzó a ser llamado cornudo el cónyuge que admite la infidelidad de su pareja? ¿En qué circunstancias surgió la voz chovinismo, equivalente a patriotería? ¿Existe alguna relación entre las palabras testículo y orquídea? ¿Cómo se nombra el tipo de resbalón en que incurre quien pronuncia barbaridades como "almorcé bacalado en Marianado? De las respuestas podremos enterarnos si recorremos las presentes páginas en compañía del autor, quien nos recuerda lo opinado por el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein: "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo".