Un varón reivindicado y su camino hacia la presidencia de Argentina, gracias a la labor en El silencio de las tejedoras. Un hacedor, un motivador. Un varón que desteje las consecuencias del analfabetismo, que civiliza a partir de la educación y del arte.
Las mujeres a su alrededor. Misioneras.
Su madre, la gran tejedora que, bajo la higuera próspera y fecunda, laboraba para sostener a su familia. Hermanas. Hija. Sobrina. Nieta. Mary Mann. Juana Manso. Aurelia Vélez.
Mujeres a las que Domingo Faustino Sarmiento enalteció en un contexto temporal de extremo patriarcado para que contagiaran a otras mujeres y a las personas en general; para que encontraran, en el universo del aprendizaje y del arte, el sendero hacia el progreso material y espiritual.
La labor preelectoral de Mary, Juana y Aurelia fue un tejido que irguió a Sarmiento en su vocación y deseos.
Como toda urdimbre, aquel telar de doña Paula fue el ejemplo que se replicó en su descendencia y en las próximas generaciones de mujeres, a través de otras tramas que profundizaron la civilización.