Me he preguntado muchas veces por qué he abordado el análisis de novelas y cuentos, y nunca lo he intentado con los versos que tanto he amado No hablo de poemas porque muchas de las obras estudiadas son un verdadero prodigio de expresión poética y muchas de ellas tienen el encanto de un secreto ritmo. Pienso que la gran novela nos permite penetrar en la búsqueda de significados a través de su concepción temática, en su cambiante forma de expresión y hasta en la transformación de sus formas estructurales. Así por ejemplo sería muy complicado en este momento de avidez por el manejo del tiempo y la cambiante relación de pareja expresar el amor con la intensidad temática y obsesiva, aunque tan bellamente expresada en las grandes novelas románticas, o centrar la forma de expresión en el flujo de la conciencia, como en el Ulises de Joyce, a pesar del encanto de su ritmo musical y de su mágica expresividad poética o para un lector fugaz captar el universo cerrado de las grandes novelas del siglo XX, cuyas enigmáticas claves exigen la dedicación de un lector experimentado como en el caso de Faulkner, Rulfo, Virginia Woolf o de Cortázar en Rayuela. Obras sensibles al devenir porque si bien son un testimonio de su época, su carácter artístico, abierto a la comprensión de la vida, penetra en los problemas más complejos del ser y hace posible acercarse a los sentimientos y contradicciones de la condición humana vigentes en todos los tiempos y a la incógnita del hombre en su percepción de la realidad.