Cuando uno se pone en marcha hacia Santiago de Compostela, al principio la cabeza sigue llena de los problemas de siempre, el corazón, de las dudas de siempre, la voluntad de los temores y las ansiedades de siempre, sólo es un día más de la serie de los días, un día como todo los días. Pero poco a poco, sin saber cómo, la cabeza, el corazón y la voluntad adquieren otro ritmo, el ritmo tranquilo del caminar, el ritmo de las cosechas, los bosques y los pájaros y la única preocupación es encontrar los indicadores, las marcas del camino, todo deviene camino.
En La polifonía de la creación. Gramática de la vida, he querido ir repintando esas marcas, he intentado que ellas también cambien nuestro ritmo interior para poder ver y reconocerlas en el camino. A veces se indican con una teoría científica, a veces con una poesía, a veces con un planteamiento filosófico, en cualquier caso sólo son marcas, y luego, lo que pase al andar es cosa de cada uno, porque pensar no es sino ir haciendo camino. Lo importante es no perder el rumbo.