Perversos, divertidos, inteligentes…, los veinte relatos que componen Física para homicidas dejan apuntar una pregunta inquietante: ¿pueden ser usadas las leyes de la física con un fin amoral?
Infiltrados silenciosamente en lo cotidiano, asomando en los actos sociales y en las relaciones personales, los principios que establecen el movimiento browniano, la mecánica cuántica o el lanzamiento parabólico se desprenden de toda su gravedad académica para acabar convertidos en instrumentos al servicio de las pasiones y la mala conciencia, y a través de una prosa de precisión y una incisiva atención al detalle levantan unos escenarios tan perturbadores como lúdicos, tan irreverentes como poéticos, en los que finalmente queda al descubierto la tramoya de la verdadera condición humana.