«Dios habĂa muerto: para empezar. Y el romanticismo habĂa muerto. La gallardĂa habĂa muerto. La poesĂa, la novela, la pintura, todas habĂan muerto, y el arte habĂa muerto. El teatro y el cine habĂan muerto. La literatura habĂa muerto. [âŠ] MuchĂsimas cosas habĂan muerto. Sin embargo, otras no habĂan muerto, de momento. La vida todavĂa no habĂa muerto. La revoluciĂłn no habĂa muerto. La igualdad racial no habĂa muerto. El odio no habĂa muerto». AsĂ comienza el segundo libro del Cuarteto estacional, uno de los proyectos literarios mĂĄs excepcionales de las Ășltimas dĂ©cadas. «Esta no es una historia de fantasmas aunque ocurre en los fantasmales dĂas de invierno, en una soleada y luminosa mañana de la vĂspera de Navidad, en pleno calentamiento global posmilenio, y trata de cosas reales que les pasan realmente en el mundo real a personas reales, en tiempo real y en una tierra real».