Este libro es un ejercicio que intenta salirse de los formalismos. Quizás solamente por fuera de las fórmulas y las convenciones resulta probable narrar a una mujer como Luz Amorocho. Si bien el hecho de haber sido la primera mujer graduada como arquitecta en el paÃs es la razón por la cual se la reconoce en ámbitos académicos e intelectuales —aunque de manera muy insuficiente—, su condición de precursora solo es comprensible si se atiende al carácter singular de una mujer que tomó el riesgo de habitar los terrenos prolÃficos que se ocultan debajo de los contornos clasificatorios. Es allÃ, fuera del mandato de los lÃmites, siempre artificiosos, donde se encuentran las regiones más fecundas para la realización y el descubrimiento. Y fueron estas, como se verá a lo largo del texto, las regiones que habitó Luz Amorocho.
Dos tonalidades resuenan en las páginas siguientes de esta publicación cuyo formato corresponde al de cara y cruz. Una se sintetiza en el enunciado que plantea Silvia Arango en su texto introductorio: "Luz fue conocida como la primera mujer en graduarse como arquitecta en Colombia y pretendimos entender cuál era el significado profundo de ese hecho aparentemente tan sencillo". Y, la otra, la resume Lucas Maldonado en su prólogo, cuando manifiesta que este es "un libro que se cree música popular, siempre saludando parientes y amigos". Ambos registros, el de la exploración del significado profundo del hecho mencionado, junto con la presencia envolvente de los universos afectivos y cotidianos de Luz Amorocho, son abordados desde múltiples fuentes, recursos y voces, para componer un relato polifónico que procuró ser fiel al carácter de Luz o, al menos, no confiscarlo simbólicamente.
Incluir el nombre de Luz Amorocho en la Colección Homenajes de este sello editorial responde, desde luego, al interés del IDPC por reconocer la relevancia de sus logros profesionales en medio de un contexto social profundamente signado por los preceptos del patriarcado. Pero también obedece a una razón tal vez menos evidente, aunque no menos importante: su capacidad de deslizarse, grácil y vivaz, a través de las paredes que separan lo vedado de lo permitido, lo improbable de lo probable, y la sujeción de la libertad en todas las esferas de su existencia. O en casi todas.
La fertilidad de la desobediencia, que sin melindres, ni ademanes ni mayores ambiciones preconcebidas irrumpe, sinuosamente, desde los márgenes: y transforma. O, simplemente, la desobediencia como mera posibilidad del pensamiento y del andar se avizora, en estas páginas, como una suerte de invitación que se anida debajo del umbral de la literalidad. Este gesto vital, que de momento se percibe como una insinuación, podrÃa revelarse, en toda su sencillez y grandeza, como el legado que Luz Amorocho le entrega a una sociedad cada vez más voluntariamente sujeta a las estructuras que la constriñen. Es este, entonces, el legado que el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural quiere poner de manifiesto con el presente homenaje.