En un ventoso dĂa de febrero, la autora de Nunca te hagas librero, editora y escritora, negociĂł la compra de una librerĂa en el ensanche coruñés creyendo que con su nueva adquisiciĂłn completaba una trilogĂa de deseos. El asunto es sencillo: se equivocĂł. Y una vida de relativa tranquilidad se convirtiĂł de la noche a la mañana en una estancia de larga duraciĂłn en celda compartida con el conde de Montecristo. Las reflexiones contenidas en estas pĂĄginas sobre la lectura, los lectores, los libros, los libreros/as y las librerĂas, gracias al tono irĂłnico que la autora aplica tanto a sĂ misma como a lo que se cuenta, pierden ese aire luctuoso y pesimista, caracterĂstico de los relatos de meteduras de pata, para ganar a cambio un espacio de intimidad y complicidad con el lector. SegĂșn la autora, la librerĂa no es la dedicaciĂłn mĂĄs romĂĄntica del mundo, ni tampoco la piedra que SĂsifo carga a diario como una penitencia. Es sobre todo la consecuencia de una suma de dos elementos: vocaciĂłn con conocimiento y negocio. NingĂșn librero/a se pasa la vida enterrado bajo una pirĂĄmide de libros leyendo sin descanso tĂtulo tras tĂtulo, mano sobre mano. Todos suman y restan. Todos abren y cierran cajas. Todos pelean con una clientela infiel a la que es preciso retener para cuadrar la caja. Y mientras todo esto ocurre, ellos y ellas se van enamorando o desenamorando de su profesiĂłn como cualquier otro ser humano.