La experiencia de los ángeles, como vivencia plena de la fraternidad y el perdón divinos en medio de nosotros, nos remite a un mundo, no de desconfianza, sino de solidaridad y plenitud verdadera, en una Colombia construida alrededor del diálogo y no en torno a las confrontaciones armadas. A pesar del poder del mal que pesa sobre nosotros, experimentamos desde la fe que, abriéndonos a la corriente de la solidaridad que a todos nos atraviesa, ese demonio que es la violencia, la injusticia, la discriminación de los pobres y las mujeres, en suma, el egocentrismo en todas sus formas, desaparecerá un día de la humanidad.