El libro es un intento naturalista por recuperar ademanes, silencios y conversaciones donde el miedo se vuelve delgado y todo parece distribuirse en emociones que se trasladan a la errancia de las cosas. Sin recurrir a historias ostentosas o fantásticas, el eco narrativo del corazón vacío surge bajo el efecto de las horas que delinean una tristeza sin color y una suerte de humor seco. Cuentos que, al evitar el dramatismo, la tensión y la truculencia,
reflejan una tediosa cotidianidad donde la vida transcurre normalmente. En esta ciudad narrada se percibe el enfrentamiento entre el pulso del escritor y el temblor de las palabras.