Un surtidor de YPF y garrafas de Gas del Estado en las Malvinas, relaciones más o menos fluidas entre isleños y argentinos, maestras que enseñan español en Puerto Stanley, vuelos semanales a Comodoro Rivadavia, isleños que viajan a Buenos Aires para hacer tratamientos médicos, a Córdoba para completar el colegio secundario, a Bariloche para pasar sus vacaciones. Hoy parece inimaginable pero eso fue lo que sucedió, aun con episodios de tensión o desconfianza, durante los diez años anteriores a la guerra.
Para varias generaciones de argentinos, las Malvinas están ligadas exclusivamente a la histórica reivindicación de su soberanía y, desde 1982, al conflicto armado con Gran Bretaña. Pero mucho de lo que hace a su historia anterior y posterior, y en especial al vínculo entre isleños y argentinos, ha quedado eclipsado. Sebastián Carassai despliega un relato de impresionante riqueza para mostrar lo que todavía no sabemos o no pudimos pensar sobre las islas.
¿Qué hay detrás de la "comunidad emocional" que nos hace decir que las Malvinas fueron, son y serán argentinas? ¿Cómo fue amasándose ese sentido común? ¿Cuánto incidieron en esa certidumbre las crónicas de viajeros argentinos que visitaron las islas y que construyeron una imagen de ellas que les debe tanto a la observación como al deseo? A partir de fuentes poco visitadas o inaccesibles hasta ahora, Carassai pone el foco en esa pequeña comunidad de dos mil personas. ¿Qué problemas enfrentaban antes de la guerra? ¿Estaban conformes con el trato y las oportunidades que obtenían del gobierno británico? ¿Cómo vivían los reclamos de la Argentina, las sorpresivas incursiones aéreas de civiles y las alternativas diplomáticas?
En un recorrido pleno de descubrimientos, también nos cuenta cómo es la sociedad heterogénea y próspera que hoy habita las islas, y hasta qué punto la guerra fue lo peor y lo mejor que le pasó. Ha corrido mucha agua bajo el puente y es legítimo preguntarse si tiene sentido leer otro libro sobre Malvinas, ese territorio a la vez tan ajeno y familiar. En este caso, dada su originalidad y riqueza, la respuesta definitivamente es un sí.